Por: Esteban Vazquez
Quisiera invitarte a pensar por unos minutos. Pensemos en los misioneros alrededor del mundo, en los cristianos que están siendo perseguidos por causa de Jesucristo; pensemos en cada comunidad donde el evangelio aún no ha sido anunciado. Pensemos por un momento en cada congregación, que en lugares inhóspitos, contra viento y marea siguen creyéndole a Dios.
Hoy la población mundial asciende a 7,6 billones de personas1. Aproximadamente hay un 31% de cristianos de los cuales el 11% lo confiesa, y el otro 20% asiste a la iglesia, pero no lo confiesa. Cerca de 36% de la población mundial tiene la oportunidad de oír el evangelio, pero permanecen no-evangelizados a pesar de contar con iglesias en su región. Un 32% de la población mundial no ha tenido la oportunidad. Muchos nunca han escuchado el nombre de Jesús: 680 millones. Mientras el índice de mortalidad alcanza los 57.9 millones de personas cada año, es decir que 158,857 personas mueren cada día, podemos concluir que aproximadamente 66,000 personas mueren cada día sin haber oído las buenas noticias del evangelio.
En tiempos de Pablo, si bien los números era diferentes, las necesidades eran las mismas. Por eso en una de sus cartas a Timoteo, Pablo utiliza una frase que quiebra y conmueve hasta el corazón mas endurecido. Le dice a su amigo en 2 Timoteo 4:9:“Haz todo lo posible por venir a verme cuanto antes”.
Pablo representa esa persona que ha dejado todo por causa de Jesucristo y se ha lanzado a vivir confiando y viviendo en fe. Estas personas son los olvidados de la tierra. Son héroes anónimos, sin súper-poderes especiales, que dejaron todo, para estar cerca de los que pasan hambre, como en la dolorida África, cerca de los que son perseguidos como en Oriente, cerca de los indígenas olvidados de América Latina, cerca de la indolente Europa o cerca de los afectados por los desastres naturales en cualquier parte del planeta.
Pablo fue un misionero que sufrió todo lo que uno puede imaginarse a causa de su fe, y a pesar de todo jamás a llegó a pensar en desistir. Naufragios, látigos, torturas, apedreadas, cárceles, persecuciones, amenazas, noches sin dormir cómodo, soledad. No se menciona desánimo ni palabras de queja. Está a punto de morir y le dice a su amigo: “Haz todo lo posible por venir antes del invierno.” (v. 21). Durante el invierno la navegación se detenía, así que nadie podía llegar donde él estaba después que iniciaban las tormentas de la estación. Pablo solo quería ver a su amigo y darle un abrazo, sentir el afecto y la afirmación de su hijo espiritual. En otras palabras Pablo está implorando: ¡No te olvides de mí! Antes de que las cosas se pongan peor, antes de que acabe todo, antes de que las puertas se cierren y las luces se apaguen, ¡por favor ven a verme! Antes de que no haya posibilidades de continuar con esta labor, antes de que la persecución aumente o comiencen las amenazas, por favor, VEN y quédate conmigo, no quiero estar sólo.¿Será posible que uno pueda hacer oídos sordos a un clamor semejante?
El corazón misionero tiene ciertas cualidades únicas:
- Un Corazón que ama a Dios y obedece sus mandamientos a pesar de las circunstancias. “Si me amáis, guardad mis mandamientos… El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama.” (Juan 14:15).
- Un Corazón que ama al Hombre. “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:36).
-Un Corazón que ama la obra de Dios en el mundo. “Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:37).
Un corazón misionero ve la necesidad y la muestra a los demás con el fin de hacer algo al respecto. No sólo promueve, sino que pide a Dios por obreros y recursos para que la obra se realice efectivamente. Pide por puertas abiertas, por oportunidades para servir e intercede por las necesidades de las personas.
Si un creyente ve la situación triste de la humanidad y no se ve movido a orar por ella, algo no anda bien, ya que hay algo en su corazón que no le permite ser como el corazón de Jesús.
Jesús proveyó lo necesario para que la obra misionera de sus discípulos cubriera las necesidades espirituales, físicas y materiales de los necesitados. Pero aun más que eso se entregó a sí mismo para cubrir estas necesidades. Su disposición a dar no tuvo límites y hoy nos llama a dar de igual manera.
El corazón misionero da y también va. Jesús mismo tiene un corazón que va. El fue enviado al mundo por Dios Padre, pero no vino por obligación sino considerándolo un gozo puesto delante de Él, aún cuando sabía que habría de entregar su propia vida.
¿Por qué debemos hacer viajes misioneros?:
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1 Datos tomados de la ONU
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“Un corazón misionero ve la necesidad y la muestra a los demás con el fin de hacer algo al respecto. No sólo promueve, sino que pide a Dios por obreros y recursos para que la obra se realice efectivamente. Pide por puertas abiertas, por oportunidades para servir e intercede por las necesidades de las personas.”
“Jesús proveyó lo necesario para que la obra misionera de sus discípulos cubriera las necesidades espirituales, físicas y materiales de los necesitados. Pero aun más que eso se entregó a sí mismo para cubrir estas necesidades. Su disposición a dar no tuvo límites y hoy nos llama a dar de igual manera.”
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