Por: Josué Del Cid
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” —le respondió Jesús—. Este es el primero y el más importante de los mandamientos.” (Mateo 22:36-38 NVI)
Cuando amamos a alguien esa persona llega a ser lo más importante. Cuando hablamos de estar unidos con Dios estamos hablando de amarle, viviendo una vida conectada a Su Presencia y Su Palabra. Todo nuestro entorno gira alrededor de Él. Fuera de Su Presencia y de Su Palabra es imposible tener Su Espíritu en nosotros.
Jesús confirmó que el primero y más importante de los mandamientos es amar a Dios, también nos describe cómo debemos amarlo: con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente y con todo nuestro ser. No nos da la opción de darle parcialmente nuestro corazón, mente y ser a Dios. ¡Cuán inmenso e intenso amor por Dios!
Sabemos que los malos hábitos pueden ser dañinos, éstos nos alejan de Dios, de su propósito y voluntad. Pero gracias al poder de Su Espíritu y Su Palabra podemos cambiar los malos hábitos por buenos hábitos, debemos ser intencionales cada día en buscar el rostro de Dios y Su perfecta voluntad para nuestras vidas, para llegar a ser conformes a Su corazón, cómo lo fue David, un gran adorador y apasionado por Su Presencia (Hechos 13:22) (1 Samuel 13:14).
Quisiera compartirte algunos hábitos de todos los días que nos ayudan a conectar con Dios y que nos permitan mantenernos en perfecta unión y comunión con Él.
1. Dale a Dios las primicias de tu día.
Encomienda tu corazón y pensamientos en Sus manos al despertar. Puedes comenzar diciéndole gracias en oración, alabándole y adorándole al empezar tu día. El hábito de primeramente (y constantemente) pensar en la fidelidad y bondad de Dios, impacta todo tu ser conectándote inmediatamente a la presencia de Dios. Desde ese primer gesto y acción de gracias ante Dios, marcas el entorno de tu día, honrándole con lo PRIMERO poniéndolo a Él cómo el más IMPORTANTE y PRIMERO sobre todas las cosas.
“Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar solitario...” (Lucas 4:42 NVI)
En la Biblia vemos el ejemplo de Job un hombre justo de quién Dios dijo: No hay en la tierra nadie como él (Job 1:8). Una de las costumbres cotidianas de Job era estar con Dios e interceder por sus hijos ofreciendo holocaustos al Señor muy de mañana (Job 1:5).
2. Busca lugar y tiempo para estar a solas y en quietud con Dios.
Desconecta tu mente y corazón de las preocupaciones del mundo y dale tu atención al Señor. En ese momento y lugar puedes descansar, escucharlo y poner tu concentración en Él.
Vivimos en mundo lleno de estímulos, desconéctate un rato de todo lo que pueda ser distracción y lee Su Palabra, medita, ora, canta, toca tu instrumento (si eres músico o cantante) en actitud de adoración a Dios. Habla con Dios, dile lo que hay en tu corazón, se sincero y vulnerable, dile cuanto lo necesitas para seguir adelante. También haz un tiempo y espacio para estar en silencio y quietud, dejando que el Señor te hable y te llene de su amor y paz.
Después de estar en este lugar de comunión y conexión con Dios, en total atención y rendición, tus días nunca más serán igual. Tu amor por el Señor, Su Presencia y Sus palabras se convertirán en tu mayor gozo y anhelo.
“Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios…” (Salmo 46:10 NVI) “
"Guarda silencio ante el Señor, y espera en él con paciencia…” (Salmo 37:7 NVI)
3. Lee, escucha y medita en la Palabra de Dios.
Si quieres conocer el corazón de Dios y Su voluntad, lee Su Palabra, escúchala, medita en ella. La palabra de Dios es la verdad que nos purifica todos los días y nos ayuda y enseña a cómo vivir una vida que agrada a Dios y también nos ayuda y enseña a cómo amar y conducirnos con los demás. Jesús oró al Padre estas palabras: “Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad.” (Juan 17:17 NVI).
“¿Cómo puede el joven llevar una vida íntegra? Viviendo conforme a tu palabra.” (Salmo 119:9 NVI)
Comienza a tener una disciplina de lectura. No trates de leer toda la Biblia en un día. Puedes llevar tu propio ritmo, lo importante es que estés escudriñando y meditando en una porción de la Palabra de Dios todos los días. Alimenta tu corazón, mente y ser todos los días.
Ese contacto con la Palabra de Dios es crucial para conocer el corazón de Dios y crecer en Él. Cuando hacemos contacto con Su Palabra el Espíritu de Dios guarda nuestra mente, corazón, espíritu y ser. ¡Es el arma más poderosa que tenemos!
“Así que la fe viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo.” (Romanos 10:17 NVI) “—Señor —contestó Simón Pedro—, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” (Juan 6:68 NVI)
4. Ora, alaba y adora a Dios.
Jesús nos dio el perfecto ejemplo de lo que es estar unido a nuestro Dios y Padre. Estar unido a nuestro Señor significa obedecerle y hacer Su voluntad. Vemos la oración de Jesús en el Getsemaní, una oración difícil pero necesaria en la que entregó su voluntad completa al Padre. Cuando oramos, nos olvidamos de lo que nosotros queremos y buscamos y anhelamos lo que nuestro Padre Dios quiere. La oración fortalece nuestro corazón, ser, y mente. Nos desconecta de todo lo demás.
En la Biblia vemos que Daniel acostumbraba orar tres veces al día. Muchas veces el buscar el tiempo para orar se hace difícil en el día a día por nuestras agendas ocupadas pero nunca vamos a estar muy ocupados para pausar todo y estar con Dios.
A veces es difícil alabar a Dios, adorar, y orar, cuando estamos entre mucho ruido, distracciones, preocupaciones, y cuando pasamos por tiempos difíciles. Lo importante es que detengas todo para pensar en Dios y darle la gloria, tu alabanza, y agradecimiento.
“¿Está afligido alguno entre ustedes? Que ore. ¿Está alguno de buen ánimo? Que cante alabanzas.” (Santiago 5:13 NVI)
“Estén siempre alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.” (1 Tesalonicenses 5:16-18 NVI)
Estos son algunos hábitos y consejos que espero te ayuden a estar más cerca de Dios, unido a Su Espíritu y a Su Palabra. Se qué pudiéramos hablar de muchos más, lo importante es llevar acabo y aplicar a nuestra vida todo aquello que nos ayuda a estar conectados a la fuente inagotable que es Jesús para estar en comunión con nuestro Padre amado y Su Santo Espíritu.
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“Cuando amamos a alguien esa persona llega a ser lo más importante. Cuando hablamos de estar unidos con Dios estamos hablando de amarle, viviendo una vida conectada a Su Presencia y Su Palabra”
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