Tu vida como puente


Por: Gabriel Diaz

«No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.» (Juan 15:16 NVI).

Tengo dos buenos amigos, uno es arquitecto y el otro ingeniero. Cuando nos juntamos para hablar acerca de la visión de «una vida como puente» surgió una rivalidad entre ellos al compartirme sus ideas. Mientras los escuchaba con mucha atención, me sorprendió cómo pueden complementarse al encarar juntos un proyecto civil.

Mi conclusión personal es que, a la hora de erigir un puente, el ingeniero construye lo que sea y donde sea, está determinado, tiene los planos en sus manos y la visión. Mientras que el arquitecto realiza un abordaje diferente, porque además de hacer el diseño, identifica los beneficiarios de un margen y del otro del río, considera el estilo de puente, y cuida con un excelente equilibrio la interacción entre lo moderno y el medio ambiente, respetando en la mayoría de los casos lo autóctono. Su estudio está relacionado con el entorno, tomando en cuenta qué área de influencia es mayor y proyectando un diseño que sirva para el futuro de muchas generaciones.

Un puente solo tiene sentido si sirve para ser atravesado. Resulta útil si establece un vínculo entre dos puntos. El puente sabe que sólo existe para que otros transiten por él, con eso habrá logrado su propósito.


A lo largo de muchos años he tenido la posibilidad de conocer numerosos voluntarios. Todos tienen buenos deseos, sueños e intenciones, pero la mayoría quiere ser voluntario por realización personal, algo que no está mal, claro, pero el corazón del verdadero voluntario sabe y se pregunta: «En qué puedo servir, donde desees ahí estaré». El verdadero voluntario reconoce que no se trata de él sino de los demás, y se transforma en un puente fuerte y seguro para que otros transiten sobre él.

Siempre les digo a los que viajan conmigo al Continente Africano que los protagonistas no somos nosotros. Cuando se trata de dar, sabemos que es mejor dar que recibir. Obviamente también recibimos cuando damos, pero no lo esperamos, sujetamos nuestras expectativas a algo mayor que a nosotros mismos. Nuestros corazones se sienten llenos. Nuestras emociones por dar y compartir se elevan con una sincera sensación de que estamos haciendo lo que es correcto. 

A todos los voluntarios les digo: «El voluntario que tiene el potencial para marcar la diferencia es aquel que mantiene su motivación en los beneficiarios y no en sí mismo».

Jesús busca que sus discípulos no tengan una mentalidad de consumo, sino de bendecir a otros. Él dijo: «No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.» El desafío es no ser personas que coman el fruto, sino que estén disponibles para llevar y dar el fruto.

En su Palabra, Dios nos llama a dar frutos perdurables: espirituales, personales, familiares, ministeriales, en todas las áreas de nuestra vida. Es importante que llevemos fruto en todo porque se trata de una ley espiritual que se cumple. Si nos encargamos de tener vidas fructíferas, Dios que todo lo ve, también se ocupará de nuestras vidas.


La diferencia entre soñar y tener visión radica en que los sueños terminan siendo deseos sin compromiso, que no dan fruto. Pero poseer una visión es tener la capacidad de creer en aquello que no vemos, y comprometernos a dar frutos para alcanzarlo.

Siempre existieron voluntarios. En mi opinión, estamos en una generación que desea ofrecerse como voluntaria para servir donde sea. Te recuerdo que el voluntario que tiene potencial de marcar una diferencia es aquel que sabe que la visión para hacer lo que hace es mayor que él mismo.

El voluntario es un puente que se deja atravesar. ¿Puedes imaginar una ciudad sin puentes? ¿Eres capaz de figurarte las limitaciones a las que estaríamos sujetos sin los puentes? Márgenes, ríos, pozos, abismos. Algunos no se atreven a salir de su lugar, otros se arriesgan pero se someten a tremendos peligros y a recorrer grandes distancias. 

Un puente ofrece:

  • Beneficios para las dos márgenes.
  • Desarrollo y crecimiento permanente.
  • Expansión. Brinda nuevos descubrimientos al compartir experiencia.

Para compartir en tus redes:

“El voluntario que tiene el potencial para marcar la diferencia es aquel que mantiene su motivación en los beneficiarios y no en sí mismo”.

“La diferencia entre soñar y tener visión radica en que los sueños terminan siendo deseos sin compromiso, que no dan fruto. Pero poseer una visión es tener la capacidad de creer en aquello que no vemos, y comprometernos a dar frutos para alcanzarlo”.

“El desafío es no ser personas que coman el fruto, sino que estén disponibles para llevar y dar el fruto”. 

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