Transformados en el proceso


“Entonces Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del río Jordán y fue guiado por el Espíritu en el desierto, donde fue tentado por el diablo durante cuarenta días. Jesús no comió nada en todo ese tiempo y comenzó a tener mucha hambre”. (Lucas 4:1-2 NTV)

Cada vez que leo esta historia me impacta como si la leyera por primera vez. Justo antes de que Jesús comenzara a caminar en el propósito por el cual fue enviado a la tierra “es guiado por el Espíritu al desierto” para atravesar uno de los procesos más difíciles de su vida.


Siempre me pregunté por qué Jesús tuvo que pasar por esa gran prueba precisamente antes de revelar todo lo que el Padre le había encomendado hacer en la tierra. Esto me hace pensar en el tiempo de preparación que cada uno de nosotros necesitamos para estar listos y ser usados por el Señor de acuerdo a SU llamado.

¿Sos de quejarte por las situaciones que te tocan vivir?

¿Pensaste alguna vez que el Señor te envió una prueba que es difícil de superar?

Cada vez que vienen a mi mente preguntas como estas recuerdo que a Jesús también le tocó pasar por situaciones difíciles. Jesús pasó por el desierto, y esa etapa fue un proceso de transformación para Él porque era necesario estar preparado para lo que venía.

Como seres humanos tenemos la tendencia a querer huir de los procesos. Nos gusta el equilibrio, la armonía, el estar en paz y caminar seguros. Pero si analizamos en las escrituras, no hay ninguna persona que el Señor llamara y que su vida fuera “amor y paz”.

Mientras escribo me pregunto, en qué pensaste cuando leíste la palabra “desierto”. Para mí el desierto representa, en cierta manera, todo lo que el ser humano intenta evitar a lo largo de su vida. Un lugar de mucha vulnerabilidad, de sentimientos de derrota, de impotencia, de soledad y de aislamiento. Sin embargo entiendo que para Dios el desierto es un lugar de transformación, es una invitación a estar en intimidad con Él, es una oportunidad para afirmar nuestra fe y confianza.


Jesús entró al desierto lleno del Espíritu, guiado por el Espíritu y después del proceso de transformación en el desierto, vol- vió a Galilea en EL PODER DEL ESPÍRITU. Jesús nos marca un patrón, los hijos de Dios somos llenos y guiados por el Espíritu, así lo escribe el Apóstol Pablo en el libro de Romanos: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.”.

Entrar al desierto de la mano del Espíritu asegura que el resultado del proceso, por más doloroso que sea, nos permita salir llenos de poder para cumplir el propósito para el cual fuimos llamados.

Si te sentís atrapado en tu desierto, no desistas, no luches con tus fuerzas, recordá que no estás solo, el Espíritu Santo está con vos, encontrate con Él y sé transformado en tu proceso.

    Victoria Ulibarrena
        Directora ICZ Argentina

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“Jesús pasó por el desierto, y esa etapa fue un proceso de transformación para Él porque era necesario estar preparado para lo que venía.”

“Para Dios el desierto es un lugar de transformación, es una invitación a estar en intimidad con Él, es una oportunidad para afirmar nuestra fe y confianza.”

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