Sal y luz


Por: "La tía" Lee Ann y Gerardo Meza

Como hijos de Dios fluyen a través de nosotros las bendiciones del reino de los cielos en lo que decimos y hacemos. Nuestra obediencia es de bendición no sólo para nosotros, sino también para las personas a nuestro alrededor.

¿Alguna vez tiraste una piedra al agua? ¿Recuerdas como al caer generaba ondas a su alrededor? Cuando Jesús dijo que somos la sal de la tierra y la luz del mundo estaba depositando en nosotros la responsabilidad de ser de gran impacto en la vida de las demás personas.Pero... ¿qué significa ser sal y ser luz?.


La sal es vital. La sal controla la cantidad de agua en el cuerpo, ayuda a mantenerlo hidratado introduciendo el agua en el interior de las células. Un descenso en los niveles de sodio en el organismo puede requerir incluso atención médica. Así como la sal es vital para el cuerpo, nosotros como cristianos somos vitales para el buen funcionamiento del cuerpo de Cristo.

La sal preserva. La sal conserva los alimentos evitando su descomposición. Nosotros, al ser la sal de la tierra, estamos llamados a evitar que las vidas se “echen a perder”. La sal simboliza la incorrupción, preservación y pureza.

La sal da sabor. Lucas 14:34 dice: “La sal es buena para condimentar, pero si pierde su sabor, ¿Cómo la harán salada de nuevo?” ¿Estamos dando un sabor agradable a la vida de quienes nos rodean? La presencia de la sal puede generar un sabor agradable o desagradable según la porción que el alimento contenga.


La luz es vital. Cuando no recibimos suficiente sol, nuestro cuerpo requiere de vitaminas para suplir el efecto de los rayos solares para poder funcionar correctamente. Como hijos de Dios tenemos la capacidad de reflejar la luz que recibimos de Jesús. Juan 1:4-5 dice: “La Palabra le dio vida a todo lo creado y su vida trajo luz a todos, La luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad jamás podrá apagarla”.

La luz disipa. No puede haber luz y oscuridad al mismo tiempo. Donde está Dios el mal se aleja. Las tinieblas se disipan con la luz. Juan 8:12 cuenta que “Jesús habló una vez al pueblo y dijo: Yo soy la luz del mundo. Si ustedes me siguen, no tendrán que andar en la oscuridad porque tendrán la luz que lleva a la vida”.

La luz brilla. En total oscuridad, la llama de una vela puede ser vista a 27 km de distancia. Es decir que podemos hacer una gran diferencia en un lugar lleno de oscuridad. Aunque vivimos en un lugar de tinieblas, es la Luz de la palabra de Dios la que nos ilumina para poder iluminar. Nuestro caminar deber ser en la luz de Cristo.

Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo descienda sobre ustedes; y serán mis testigos, y le hablaran a la gente acerca de mí en todas partes: en Jerusalén, por toda Judea, en Samaria y hasta los lugares más lejanos de la tierra”. (Hechos 1:8)

Como hijos de Dios hemos sido llamados a ir y hablar de Él, independientemente de nuestro nivel de preparación, sin importar si tenemos o no el dinero suficiente, al margen de nuestras situaciones particulares el mandato es ir. Es algo que DEBEMOS HACER.

No todos estamos llamados a ir a un país lejano, pero todos estamos llamados a ir e impactar las vidas de las personas que tenemos cerca. Esto quiere decir que tenemos que salir y ser sal y luz en el lugar que estemos y donde vayamos: la escuela, oficina, trabajo, o incluso si vamos al supermercado o de visita a nuestros vecinos. Debemos, como dice Su Palabra, ir esparciendo la sal y reflejando la luz en donde nos encontremos.   

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Cuando Jesús dijo que somos la sal de la tierra y la luz del mundo estaba depositando en nosotros la responsabilidad de ser de gran impacto en la vida de las demás personas.” “No todos estamos llamados a ir a un país lejano, pero todos estamos llamados a ir e impactar las vidas de las personas que tenemos cerca.” 

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