Nuestras palabras importan


Por: Eunice Rodríguez

“Que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean de tu agrado, oh Señor, mi roca y mi redentor.”   Salmos 19:14  (NTV)


La Biblia dice mucho respecto a nuestras palabras, por ejemplo cuando Pablo nos dice: “No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan.” (Efesios 4:29).

Lucas escribe: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca.” (Lucas 6:45) .En otras palabras, ¿Quieres conocer el corazón de una persona? Sólo escucha cuidadosamente cómo habla y qué cosas dice.


Si fijamos nuestra atención a los proverbios encontraremos numerosas referencias al uso de la lengua. Se menciona que cuando usamos nuestra lengua para bien, es como plata valiosa, un fructuoso árbol de vida, refrescante pozo de agua y una saludable dosis de medicina. Nos insta a usarla para los propósitos correctos como:

- Hacer la paz (15:1,26) - Exhortar sabiamente (25:12; 28:23)

- Librar de la muerte (11:9; 14:3-5, 25; 12:6)

- Enseñar a otros (15:7; 16:21,23; 20:15)

- Dar buenas noticias (25:25)

Al mismo tiempo, nos advierte sobre los usos incorrectos y dañinos de la misma. Éstos llamados de atención tienen como objetivo algo mucho más profundo que ser educados y diplomáticos, buscan alertarnos de cómo sutilmente podemos envenenar a otros, y aún a nosotros mismos si no sometemos nuestras palabras a Dios. Debemos tener cuidado de no:

- Mentir (12:17-22)

- Chismear (18:8)

- Hablar demasiado (12:13; 18:6-7)

- Hablar demasiado pronto (18:13, 17)

- Manipular (26:28)

- Provocar conflictos (12:16,18)


Si hay un aspecto en nuestras vidas en el que debemos aprender a ser más intencionales, es respecto a cómo hablamos. Santiago nos advierte que nuestras palabras tienen poder para dar vida o para dar muerte. Recordemos las tres conocidas preguntas que nos ayudan a filtrar nuestras palabras:

1. ¿Son mis palabras amables?

2. ¿Son necesarias?

3. ¿Mis palabras son verdaderas?

Si tu respuesta a las tres son ‘si’, prosigue. Pero si tu respuesta a algunas de estas preguntas es ‘no’, es mejor no hablar. ¿Esto significa que no vamos a hablar sobre cosas difíciles? No, en absoluto. Pero tiene que ser hecho con respeto, honestidad y amabilidad. Es tan importante cuidar la manera en cómo nos expresamos como lo que estamos comunicando. Nuestras palabras importan. Cuando la gente nos escuche debería escuchar a Jesús a través de nosotros.  

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