“...Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida…” (Proverbios 4:23 RVR60)
El corazón es un músculo de 300 gramos. Es el encargado de bombear nuestra sangre a todo el organismo. Hace circular 7000 litros de sangre a diario, eso quiere decir que en una persona de setenta años, habrá bombeado 224 millones de litros de sangre. Se divide en cuatro cámaras: dos aurículas y dos ventrículos, cada día genera la energía capaz de mover un camión durante 33 kilómetros. Si el corazón tiene una sola falla, habrá consecuencias.
El enemigo más grande del corazón según los médicos es el colesterol, es básicamente grasa acumulada que se pega en las arterias. De allí la necesidad de mantenerlas limpias para que las venas hagan mejor su trabajo.
En el aspecto espiritual es lo mismo. Si dejamos que el “colesterol” del pecado se pegue en las “arterias del alma”, la sangre de la gracia del Señor no podrá fluir libremente y al final el corazón entrará en colapso.
¿Cómo ejercito mi corazón para mantenerlo puro?
1- Teniendo el hábito de meditar en la palabra de Dios: “En mi corazón atesoro tus dichos para no pecar contra ti.” (Salmo 119:11)
La naturaleza de los corazones de Adán y Eva eran puros hasta que apareció el engañador y cayeron. Esto quiere decir que ellos, sin conocer el pecado y vivir en pureza, cedieron a la tentación. A partir de ese momento el corazón pasó de ser puro a ser engañoso.
La pureza no puede con el engaño.
Así como el corazón no puede combatir por sí mismo el colesterol, sino que es necesario tomar medidas para controlarlo, si no tenemos un tiempo de reflexión en las escrituras, es más probable que suframos un infarto espiritual. No hay forma de que lleguemos al final de la carrera si no vivimos pensando y nutriéndonos en la palabra de Dios.
2- Desarrollando el hábito de descansar: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es día de reposo para el Señor tu Dios.” (Éxodo 20:8-9 RVR60)
La primera vez que se nombra el descanso en la Biblia es en el libro de Génesis. Al séptimo día cuando Dios terminó su creación. Nunca se menciona que Él paró para descansar porque estaba agotado, sino que se detuvo para disfrutar de lo creado.
Esto es algo que debemos aprender a vivir y a inculcar en la familia: no descansamos porque lo merecemos, ni porque estamos exhaustos, descansamos porque es una manera de decirle a Dios que dependemos de Él.
A veces lo expresamos como una virtud: ¡Yo no descanso! En realidad al decir eso estamos diciendo: no necesito a Dios. Debemos parar para disfrutar lo que Dios está haciendo en nuestras vidas.
3- Practicando la recreación: “.. Gran remedio es el corazón alegre, pero el ánimo decaído seca los huesos…” (Proverbios 17:22 RVR60)
La alegría es diferente a la felicidad. La alegría o el gozo viene por vivir llenos de la presencia de Dios. La felicidad es una decisión que no depende de las circunstancias.
Cuando vivimos celebrando el regalo de la vida y no nos detenemos solamente en la realidad pasajera es cuando la alegría se vuelve un remedio. Cuando hay alegría en nuestro corazón, es cuando logramos espacio en los pensamientos para que la recreación se abra paso.
Divertirse significa: Priorizar lo importante. Soltar lo que es tóxico. No pensar no en lo que falta, sino en lo que Dios podría hacer. Enfocar en lo que está delante. Celebrar el propósito de Dios. Celebrar que, sin merecerlo, somos Hijo de Dios.
Se dice que sonreír diariamente agrega días a la vida, y es que la sonrisa tiene beneficios:
Es contagiosa. Genera confianza. Crea empatía. Reduce el estrés y los dolores.
4- Amando a las personas: “... El segundo se parece a éste: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22:39 RVR60)
¿Te has preguntado alguna vez por qué Dios no te llevó al cielo cuando te creó? ¿Por qué te puso en la Tierra?
Solo estarás aquí por 100 años como mucho, y vas a vivir para la eternidad en el cielo o en el infierno.
¿Por qué Dios no lleva a todos al cielo?
La Biblia es muy clara al respecto, estamos aquí en la tierra para hacer dos cosas: aprender a amar a Dios y aprender a amar a otras personas.
La vida no se trata de adquisición, de realización o de logros. No se trata de las cosas que el mundo nos dice que se trata. No llevaremos una profesión al cielo. No llevaremos una casa o un carro al cielo. Pero sí llevaremos nuestro carácter al cielo.
Dios nos puso en la tierra para aprender a amarlo con todo el corazón y para aprender a amar a los demás. La vida es una gran lección de amor.
¿Tienes colesterol espiritual?
Tal vez es porque te esfuerzas para que te amen pero te olvidas de hacer lo que Dios te pide: amar.