«Fue así como todos los ancianos de Israel se reunieron en Hebrón con el rey David, y en presencia del Señor éste hizo un pacto con ellos, y ellos lo ungieron como rey. David tenía treinta años cuando comenzó a reinar y fue rey durante cuarenta años» 2do libro de Samuel 5:3-4 (RVC)
Quince años puede ser mucho tiempo para algunas cosas. En el caso del joven de nuestra historia, estuvo quince años esperando que el lugar que le prometieron, y que ya era suyo en la teoría, se hiciera realidad.
En aquellos tiempos las cosas no necesitaban ser anunciadas más de una vez. Con una sola profecía, una sola Palabra de Dios, una sola unción de aceite, un solo anuncio era suficiente. Ya eras rey, aunque todavía no ejercieras ni estuvieras en el palacio.
Desde que el cuerno de Samuel dejó caer sobre su cabeza el aceite que contenía, mientras le anunciaba que sería el rey de Israel. Desde ese día en el que hasta su padre se olvidó que existía, y que estaba cuidando de sus ovejas.
Hasta sentarse en el trono pasaron casi quince años de espera, de ir al palacio sólo de visita cuando lo llamaban, y regresar a perfumarse con el olor de las ovejas.
Durante todos esos años, y sabiendo que ya era rey en los planes de Dios, tuvo que esperar pacientemente trabajando en el mismo sitio, tolerando que su padre lo siguiera olvidando, viendo cómo los hermanos hacían las tareas ‘trascendentales’ al mismo tiempo que a él lo subestimaban. Mientras tanto, él arriesgaba la vida cuidando unas ovejas que ni siquiera le pertenecían. Su espejo no le devolvía ninguna imagen con un mínimo aspecto de realeza.
Entre las muchas enseñanzas que podemos sacar de la historia de David, quisiera que meditáramos sobre dos de ellas:
1. Si un día fuiste separado para una tarea y te anunciaron tu futuro… no pienses que eso se perdió en el corral de lo que hoy te toca hacer, o en el sitio escondido de una montaña que ningún “GPS espiritual” pareciera localizar y mostrar a otros para que te encuentren.
Nuestro corazón de pastor necesita una transformación integral que nos prepare para lo que viene. A veces los entrenamientos resultan muy duros, sin embargo son necesarios, aunque tarden muchos años.
Por eso ¡no pierdas el ánimo! el palacio te espera; pero no espera al que eres hoy; sino al que serás cuando tu período de transformación acabe y seas un pastor de ovejas apto para el puesto de rey. Resiste con alegría, trabaja con fe, déjate moldear para ser rey y ¡no pierdas de vista la meta!
2. Si ves a tu alrededor muchas personas con tareas ‘menores’, simples cuidadores de ‘pocas ovejas’, personas aparentemente fáciles de olvidar o de invitar a una cena con destino de trono, no las subestimes por favor. No olvides que hay un tiempo en el que los grandes reyes… cuidan ovejas.
¡Hasta la próxima!
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